Por un tiempo pensé que el miedo se heredaba, que se buscaba o peor aún, que lo iban contagiando por ahí. Qué sé yo! no me importaba aquel señor pues ni lo conocía...ni de reojo lo miraba.Probablemente fue algunos años atrás, unos años que no alcanzo a contar; imágenes fugaces y experiencias casi olvidadas.
El miedo es una de esas cosas por las que no puedes culpar a nadie, es como esa espinilla detrás de tu cuello que va creciendo y no la notas hasta que está grande y blanca (el miedo es igual de asqueroso).
El miedo nace en un pequeño rincón de ti y se alimenta de tu atención, su desayuno es tu falta de animo y cena con tus pesadillas. Siempre que te sientes valiente, sufre una indigestión y luego se venga disparándote con balas de terror...y pues, a quien no le gustan esas películas, que entrevemos cuando nos tapamos la cara,pero que es inevitable quitarla.
Cuando el miedo siente hambre porque estas dejando de ser cobarde, te grita fuertemente las consecuencias de tus actos...te dice que te arrepentirás por lo que piensas hacer de manera grosera y poco a poco baja su voz para susurrarlo, mientras te vas sentando y olvidando de lo que te atreverías a hacer.
¿Quien es el miedo para hacernos esto? tienes que gritarle más alto y sacarlo de tu cabeza a punta de patadas! Cada vez que te atrevas a caminar y el miedo te llama, pues corre!corre tanto, hasta que dejes de verlo y te sentirás satisfecho.
El miedo nace de nuestras dudas y crece más con nuestros fracasos, los fracasos de lo que nunca intentamos. Vamos a arriesgarnos...