domingo, 29 de junio de 2014

Periodismo en tiempos difíciles

Desde la mirada de una madre con dos niños y para un estudiante foráneo, cuestiones como la falta de seguridad social, fallas eléctricas, escasez de honestidad y todas esas tragedias de las últimas páginas grises, pueden resultar un obstáculo para la felicidad o un futuro prometedor, quizás generen depresión, desasosiego y si corren con valentía, podría crecer en ellos algo de esperanza; la fe puesta en que las cosas pueden cambiar y la fuerza para seguir adelante, tal caballo en el Grand National Gallops.

En Aintree, el hipódromo de Liverpool,  Inglaterra, desde 1839 hacen las carreras ecuestres con obstáculos, donde han muerto al menos 22 caballos debido a la dificultad del recorrido que provoca cansancio y caídas peligrosas.  Sin embargo, esta competición sigue siendo una de las más importantes en el país y muchas partes del mundo. Al menos para los jinetes, fanáticos y las miles de empresas publicitarias que viven de ella.

La única diferencia entre la madre, el estudiante foráneo y los caballos del Gran National, es que los terceros, tienen que superar obstáculos como una afición. Los primeros no decidieron vivir en tiempos difíciles, pero si es su elección afrontarlos.
Alrededor de todo esto giran los periodistas, muchas veces como espectadores y casi nunca como protagonistas. Lo que si son siempre es una voz, una palabra y  una imagen de la adversidad, y las noticias. No obstante, las buenas nuevas traen consigo un peso propio que las hace bienvenidas y las calamidades, en cambio, son su sombra.

Esa oscuridad infeliz marca a todos en diferentes niveles. Algunos suelen olvidar y otro tanto, prefiere frustrar. Lo dicho no exime a esos tiempos de difíciles, nada lo hace. Lo único que puede otorgarles algo de resplandor, es la luz de un comunicador, que hace con ellos lo que una sonrisa hace en un niño gravemente enfermo.

Lo que una mirada fija y sin lastima, hace en un joven invalido. Quizás un abrazo sería demasiado, y es que un apretón de manos puede dar la suficiente confianza cuando se trata de un político sincero.

De eso se habla cuando un periodista toca la puerta en tiempos difíciles, de un trabajo que deja huella en una realidad desvirtuada, porque de nada sirve maquillar a un maniquí si seguirá siendo frío.

Definitivamente hacer periodismo en tiempos difíciles, es hacer de la carrera algo valioso por su esfuerzo, tanto emocional como físico. Quizás esté hablando de diarismo y no incluya a más de un comunicador que deja la calle como una pintura; enmarcada con una venta o la puerta de una oficina. Pero es falso, la comunicación debe apasionar al editor, y al escritor por igual.

El poder de transmisión que generan los comunicadores se intensifica cada vez que la calamidad forma parte de él. Es como dicen, ¿qué es de una recompensa sin esfuerzo? ¿Acaso vale la pena ser feliz sin haber afrontado el dolor?

Los seres humanos somos animales de costumbre, e igualmente somos un tanto masoquistas. Nos encanta ver como alguien, luego de llorar, cosecha las más hermosas flores. Nos entretiene por más de dos horas, ver como el héroe supera las mayores dificultades, y a pesar de estar seguros de su triunfo, continuamos sufriendo con él y viendo cómo se levanta.

Es el cine, un producto de comunicadores; guionistas, fotógrafos, productores, escritores, soñadores por excelencia, quienes se basan en una realidad triste y devastadora, que no la fantasea nadie, solo existe.

¿Qué sería de la pantalla grande si no viera las tragedias que transmite el reportero en la pantalla chica? ¿Qué sería de ese ancla, sino lee las notas en la prensa que el productor escogió para él?

Y ¿Qué sería de la rotativa sin las trágicas muertes? Hablamos de amarillismo señores. Resaltar la catástrofe con grandes titulares y fotografías de alto contraste.

El sensacionalismo existe desde que el hombre es hombre, solo que no había encontrado una forma de sacarle provecho hasta que los medios de comunicación nacieron.

Entra aquí el papel de la moral, hacer el bien o el mal. Ya sea para vociferar un chisme o borrar la foto de tu vecino herido y casi desnudo. El periodista cada día entra en un dilema entre lo que se debe, lo que quiere, y lo que conviene.

Con esto intento decir que el periodista no puede ser un emprendedor silente, como la hormiga. Quizás pueda reservarse mucho para los demás, pero jamás podrá callar su consciencia.

El remordimiento que cada uno ha formado desde, al menos los cinco años, juega su papel más agrío en el periodismo porque se trata de alguien más el que podría perder o ganar. ¿Y quién soy yo para desprestigiar?

Más de un millón han peleado y discutido por la moral, incluso leyes divinas se han erigido por ella. Sin embargo, nada está escrito sobre la decisión que cada uno debe tomar de acuerdo a su nivel de bondad, orgullo, humildad o maldad.

Es la contrariedad individual que pone a prueba los sentidosy probablemente le ocurra a los abogados y médicos cirujanos, pero que afortunados son al no tener un rostro o que infortunados son al solo ser un traje y una bata. En cambio, el periodista puede llevar un traje e infinidad de máscaras. Delantales sucios y manos impecables.

El quehacer diario, lo que algunos denominan “patear la calle”, coordinar la agenda de un mandatario, investigar o dirigir un programa radial, se definen con el termómetro de la dificultad.

Un texto y una imagen nacidos en arduo trabajo, de soportar portazos y sudar tristezas, valdrán la pena, aunque sea en unos años. Así como lo que escribió Albert Camus, periodista Francés, en 1939.

Su artículo fue enviado al diario Le Soir Républicaine, pero en este país europeo regía la censura, por acercarse el tiempo de guerra. Sus frases no fueron publicadas nunca, hasta el 2012, cuando Le Monde lo encontró archivado y sacó a la luz pública.

La lucha contra la carencia de libertad periodística es evidente en frases como las que escribió en aquel momento. El hecho de que un periódico dependa de la competencia o de humor de un hombre demuestra mejor que cualquier cosa el grado de inconsciencia al que hemos llegado.

Uno de los buenos preceptos de una filosofía digna de ese nombre es el de jamás caer en lamentaciones inútiles ante un estado de cosas que no puede ser evitado. La cuestión en Francia no es hoy saber cómo preservar la libertad de prensa. Es la de buscar cómo, ante la supresión de esas libertades, un periodista puede mantenerse libre. El problema no concierne a la colectividad. Concierne al individuo.
Aun en el 2014, el texto de Camus está vigente, en Francia y Venezuela, en mayores y menores medidas, pero sigue allí, latente.
El hecho de conseguir lo que parece imposible y hacer del invisible, alguien evidente, es preservar esa libertad por la que el luchó hace más de un siglo. No dejarse llevar por la pereza o el qué dirán, es construir en cada uno esa filosofía digna de no caer en lamentaciones inútiles.



No obstante, y por no excluirlo, el periodismo en tiempos fáciles si existe, pero ni una línea se le puede dedicar. Hay que mirar más allá, sobrepasar los límites y hacer de la misión de un individuo, el triunfo de la colectividad.




Primer lugar del concurso literario "Guillermo de León Calles". Punto Fijo, edo. Falcón.
Junio de 2014     :)