sábado, 13 de junio de 2015

Una agridulce espera (A petite histoire du mai 2013 à quelque bon jour)

Estaba en la cocina de mi trabajo conversando con una amiga y de repente salió a relucir un tema común entre nosotras: el amor y los compañer@s; luego de hacerle una pequeña introducción, ella se detiene y me pregunta, ¿ y qué haces tú aquí?, refiriéndose a  una quizás “fácil” salida del país que yo podría haber tenido. Seguidamente le respondí lo que le he dicho a muchas personas en los últimos dos años: no tengo pasaporte, y eso ¿por qué? Replican siempre más rápido de lo que respondí.

A algunos prefiero decirles simplemente que tengo problemas con las huellas. Sin embargo, hay otros que, si están dispuestos, escuchan toda mi historia. Una historia que ahora me dispongo a escribir en pro de ayudar a quienes pasan por lo mismo y pues direccionar al próximo que me pregunte.

En un día del 2013 estaba en Maracaibo desempleada, recién graduada y con mucho tiempo libre. De repente llegó a mi cabeza la sugerencia de solicitar mi pasaporte. ¿Por qué no? al parecer esas citas demoran un poco. Así que mejor empiezo hoy para terminar algún día – pensé. Acto seguido entré en la página del Saime y solicité una cita para la oficina de Cabimas. Para quienes no lo saben, en el portal web te indica el tiempo que se tarda la cita; yo decidí hacerlo en Cabimas porque me salía más rápido que en Maracaibo. Además, ya conocía la ciudad y mucha gente ahí.

En mayo, tomé un bus y con mi GPS mental activado, llegué al centro Cívico de Cabimas, donde están las oficinas del Saime. Seré sincera, no recuerdo mucho de este día, solo sé que pasé el proceso sin ningún problema. Huellas, fotos, baucher, etc. Al terminar, “chao Cheo” y “paticas pa’que te tengo”, y pasé el Rafael Urdaneta de regreso a la tierra del sol amada.

Al cabo de unos 15 días o quizás 20, regresé a Cabimas para saber de mi pasaporte, pues no había recibido mensajes ni correos electrónicos sobre su estado. Y en ese tiempo no sabía que podía consultar en la página.

Este día, sin yo saberlo, era el inicio esta odisea que me ha llevado a lugares y situaciones inolvidables. Entregué aquel primer recibo donde decía la fecha en que me tomaron los datos y todo aquello, una señora entró a la oficina del misterio y al cabo de cinco minutos salió con varios pasaportes y otros papeles. Nombró un par de nombres y cuando dijo:

-¿Arianna Flores?
-  ¿Si?- respondo yo.
- Flujo alterno- respondió y me devolvió el papel.
-  ¿Eso que quiere decir?

 Y me explicó que tenía alguna falla y debía llevar copia de mi partida de nacimiento y cedula. Regresé a Maracaibo y aunque no nací ahí, tenía una partida de nacimiento, luego de sacarle copia a todo y  tener tiempo de regresar a Cabimas, lo hice; entregué los documentos y me regresé a mi residencia.

Al cabo de unos días, quizás un par de semanas, regresé al centro Cívico. Allí recibieron mis papeles y ya comencé a familiarizarme con los rostros. Pasantes, una señora malhumorada que deberían jubilar, y personas realmente ocupadas. Y como es común en las instituciones del Estado, algunos son increíblemente amables y otros, la mayoría, te tratan como si atenderte fuera un favor y no que les están pagando por eso.

Después de otro período, para mediados de 2013, entré a mi cuenta del Saime y noté que había fallas en varios ítems; como recepción de documentos. Al ir de nuevo a Cabimas, me explicaron que había problemas con mis huellas y que necesitaban mi ALFABETICA, palabra nueva para mi vocabulario.
Según lo que me explicaron para ese momento, la alfabetica es ese “algo” que tienen donde te sacaste la cedula por primera vez. Y eso para mí es Punto Fijo, mi ciudad natal.

Cuando pude venir a Falcón, donde resido ahora, fui a la Onidex, donde me saqué la cédula a los 9 años, si no me falla la memoria. Cabe destacar, que esto queda en un edificio que debería ser considerar patrimonio de la ciudad o reestructurarlo como una verdadera institución. Allí, un señor sumamente antipático me explicó que no me podían dar la alfabetica sino la solicitaban de Cabimas. He aquí el inicio del dolor de cabeza más grande que he tenido en mi vida.

En esta parte de la historia es cuando yo, Ariana Flores, viví en carne propia lo que es la falta de sentido común y desorganización. Si me permiten explicarles; los trabajadores del saime Punto Fijo, no tenían herramientas para comunicarse con los de Cabimas (ni ganas), ni siquiera tenían sus correos electrónicos, mucho menos los teléfonos. Así que yo tenía que ver como hacía para que unos pudieran solicitar el bendito papel a los otros.

Ahora me toca relatar la parte en la que yo llamo a Cabimas y una mujer me pide el correo del director del Saime de Punto Fijo. Al yo pedir el correo necesitaba hablar con el susodicho. Pero un momento ¿ cuándo es que el director de una institución pública atiende a un simple mortal? Aquí usé mis “influencias”, conseguí hablar con el tipo y pedirle el correo. Al cabo de varios días, le  di el correo a los de Cabimas para que solicitaran mi alfabetica a Punto Fijo. (si todo esto les confunde, tranquilos, yo tampoco lo he entendido).

Quizás suene sencillo y creerán que todo salió bien, pero no. El documento no llegó así de fácil. Regresé al Zulia y en Cabimas LA CHICA (una de las trabajadores del Saime con quien cree un vínculo venezolana desesperada – chama pana que te entiende un poco), me dijo que no les había llegada la alfabetica a pesar de haberla solicitado por correo. Llame al director del Saime y me dijo que si lo había enviado y así estuve por un etcétera de días, hasta que ya, por no sé qué forma, llegó el documento. La Chica, me explicó que eso lo enviarían a Caracas y que tenía que esperar un tiempo a que se solucionara.

La espera fue algo a lo que me habitúe mientras mi vida cambiaba, se armaba y desarmaba. Se me presentó frente a frente un aeropuerto, lágrimas y un amor que se alejó. La necesidad del pasaporte se hizo imperiosa.

Volví a Cabimas con algo que no he perdido nunca, esperanza y mente positiva. Allá la chica, evidentemente, preocupada, me dijo que todavía tenía problemas con las huellas y que optaríamos por tomarlas a la antigua; con tinta sobre papel.

Ya algo nerviosa, entré a una de las oficinas, allí, una señora malhumorada de esas que deberían haber jubilado hace mucho, tomó mis manos como si fuera una niña de 6 años regañada y pasó mis dedos sobre tinta y luego en papel. “Ay mija, pero tienes estas manos sudadas”-dice. Cierto era, siempre he sufrido de sudoración y en ese momento aún más, quizás por el calor y un poco de preocupación.

Con todo y eso, me tomaron las huellas “a la antigua”. Con la esperanza en que quizás eso ayudaría. Para esta época ya estaba por volver a Punto Fijo, así que mis regresos a Cabimas serían más difíciles.

A pesar de la distancia, en esta etapa, tenía algo a mi favor: contacto directo con La Chica. Ella siempre fue muy amable por whatsaap, respondía mis preguntas. Y bueno, me avisó una vez más que mi proceso seguía retenido en flujo alterno a pesar de la toma de huellas.

Entre idas y venidas, toma de huellas. En octubre de 2014, decidí irme a Caracas. A pesar de que mucha gente me decía que no era la solución y otros me respaldaban. Tomé un carro a Valencia y luego un bus  a Caracas para no tener que viajar sola de noche.

En la estación del metro  La Bandera, me esperó una de mis mejores amigas, quien me daría techo, guía y comida por ese par de días. Luego de una primera noche, salimos bien tempranito al Saime, donde sin  mucha cola me atendieron. La sede en Caracas es mucho más bonita y organiza. Hacen colas para cada cosa y el sistema está automatizado (sería el colmo ¿no?).

-Buenas, vine porque tengo más de un año con un problemas en las huellas – le expliqué la dama que me atendió.
- Cedula – dijo.
- 19059106-respondí.
- Firma aquí y aquí – dijo, mientras pasaban una hoja sin mirarme.

En la hoja decía algunos datos y explicaba que en 5 días se agilizaría mi problema de huellas.
Firmé y me fui a disfrutar de Caracas. Creo que han sido algunas cosas buenas que me ha dejado esta experiencia. Tiempo corto, pero bien aprovechado.

Esperé los cinco días segura de que sería el fin de todo y que pronto podía empezar a planificar alguna salida del país.

Pasaron esos cinco días, y algunos 20 o 30 más, sin conseguir respuesta. Mi estado era el mismo. Problemas con las huellas.

Por estos días comencé a entrar a blogs y páginas donde personas en mi misma situación contarán su experiencia y de cómo la solucionaron. Conseguí a quienes se les solucionó yendo a Caracas y otros que hablaban de un gestor. ¿Gestor? ¿Será que me voy por ahí? Pensé.

Escribí un correo por no dejar y me respondieron que todo costaba unos 6 mil bolívares y que debía enviar una serie de papeles. Y si mal no recuerdo, ir a Caracas.

Aunque sonaba tentativo, no me convencía enviarle dinero a un desconocido y documentos sin alguna garantía más que los testimonios de un blog. Además, los caminos verdes nunca han sido lo mío. Pasamos la página.

Luego de un ir a venir a Cabimas, a donde llevé cartas de alcaldías y del director del Saime regional. Enviar copias de todo por correo a una dirección del Saime en Caracas, dirigiéndome al director nacional. Aunado a tuits casi diarios donde exponía mí caso; a lo que me respondían casi siempre que debía dirigirme a la oficina donde empecé mi trámite. Me di cuenta que todo era en vano.

 El sistema de identificación venezolano está muy mal sistematizado, ojo, esto desde lo que yo he podido conocer. ¿Por qué? Pues aprendí que en las oficinas que dependen de una sede regional como Punto Fijo para la Vela de Coro, no te pueden dar datos certeros de lo que pasa con tu trámite. Simplemente entran al mismo sistema que tú puedes revisar de tu casa.

Además, la comunicación con Caracas es mediante una valija que llega una o dos veces por semana. Como mi abuela esperando cartas de mi abuelo en 1920, como si lo que he hecho por todo este tiempo no valiera para hacer una llamada directa. Sin embargo, también he aprendido que cada funcionario que labora en esta institución es tan víctima del sistema como yo y cualquier otro venezolano.

Un buen día se me ocurrió la idea, después de escuchar varias veces: “pero ¿por qué no vuelves a pedir la cita?”. La cita no se puede pedir de nuevo, a menos que hagas algo; anular el trámite.

Consulté con La Chica de Cabimas y me dijo que tenía que llevarle una carta solicitándole la anulación. Con la ayuda de una mamá que la vida me envió, anulé mi trámite en Cabimas y eso me liberaría de cualquier responsabilidad.

Marzo de 2015: ¡Por fin! Puedo empezar en Punto Fijo de nuevo y ¡no me importan cuantas unidades tributarias sean ahora!

Me explicaron que tenía que esperar 15 días para pedir mi cita de nuevo y que era necesario sacarme la cédula otra vez. Sentada en mi trabajo pensé: “entraré a la página del Saime para ver si es verdad que me deja tomar otra cita”. Efectivamente, podía pedir otra cita y como tradicionalmente se demoran más de una semana o dos en darlas, la pedí.

Para mi sorpresa, mi cita estaba otorgada para el día siguiente! Creo que este fue un error mío. Pero seguí adelante. Como pude me saqué la cedula. Casualmente había una jornada de cedulación en un sector de la ciudad y mi jefe me dio permiso para ir a sacarme el documento. Luego fui al banco y a las 3:00 de la tarde, hora establecida, estaba en mi cita. “Todo esto fluye, así que debe ser el camino”, pensé.

Entré, y con una ligera emoción-alivio-miedo dentro de mí, tomaron mis datos. No pude evitar comentarle al chico del tráiler que tenía más de un año con problemas en las huellas. Él, muy optimista me dice: “es posible que te vuelva a pasar”.
Regresé a los 15 o 20 días para saber que había pasado y como  el gran profeta lo había dicho: “tienes problemas con las huellas”.

Como si devolvieran un casete, me dijo que tenía que ir a la Onidex a pedir la Alfabetica, llevar una copia de cedula y partida de nacimiento. Lo bueno de esta parte es que ahora no tengo que tomar ningún bus porque estaba ya en donde me saqué la cedula por primera vez. Además, el Saime Punto Fijo y la Onidex están a pocas calles.

Regresé a aquel edificio que no se deja morir y solicité la fulana alfabetica. Para mi suerte, esta vez no había tanta burocracia. La chica (sentada en una oficina con techo de asbesto, sin aire acondicionado), sacó de un archivo de gavetas oxidadas un cartoncito medio amarillento del tamaño de media hoja carta y le pidió a una señora mayor que fuera al lado a sacarle copia. Si señora, en el Saime no tienen fotocopiadora y tampoco vi una computadora.

Saqué las copias de la alfabetica. Ah! Ese día conocí el fulano papel, lo que pude ver fueron unas huellas, supongo que las primeras que registré.

Al terminar, entregué todo, la chica me dijo que esperara dos meses al menos a ver si solucionaban en Caracas. Yo vi pasar una película repetida frente a mis ojos y retuve la impotencia hasta al punto de entender que no tenía sentido hacer preguntas, contar mi historia o reclamar. Ella me diría lo mismo: debes esperar.

Cierto día mi papá me comenta que tengo una prima trabajando en el Saime de la Vela de Coro. Nunca he sido muy cercana con los primos paternos, pero al fin al cabo somos familia. Así que le escribí.

Luego de explicarle todo, me dijo que me fuera lo más pronto posible a La Vela, que allá era la sede central y que me solucionaban sacándome la cédula de nuevo. Tan pronto como pude pedir permiso salí a la Vela. Llegué tempranito como me dijo, no hice cola ni espere más de 10 minutos.

Todo parecía perfecto hasta que el chico que me atiende me pregunta a que vengo. Creo que le respondí que iba a sacarme la cedula por problemas con el pasaporte. Me preguntó que de donde era mi tramite, le dije que de Punto Fijo y con cara de extrañado me dijo: “no podemos hacer nada aquí si tu tramite es allá”.

Me paré, como ya me acostumbré a hacerlo. Fui hasta donde mi prima con una ligera esperanza de que me dijera que el muchacho estaba equivocado. Ella bajó el rostro y dijo: “aaaay claro, es que verdad que estas en Punto Fijo”. Esta parte de la historia ha sido la más absurda has ahora, pero bueno, fue real.

Ella, luego me dijo que tenía que empezar todo por La Vela y que llamaría al muchacho de Punto Fijo para que atendiera mi caso. Que enviara todo a Caracas de nuevo. Me despedí y luego de presenciar un casi choque frente a medio metro de mi, regresé a casa “con el rabo entre las patas y el ocico partido”.

Lo último ha sido ir al Saime de Punto Fijo a buscar al muchacho que mi prima me mencionó. Las dos veces que fui no estaba porque fue en los días de protestas por la falta de agua y luz en los pueblos de Paraguaná. El muchacho era de uno y se le hacía difícil llegar.
Le escribí mensajes y me dijo que ya estaba al tanto del caso; que ya había enviado todo a Caracas. “Que esperara, porque eso se tarda”.
Punto Fijo, 13-06-2015 / 8:20 am
A.F.